11 de abril de 2007

La vida.

El destino es caprichoso, como un niño cuando mira el escaparate de cualquier juguetería. Pero ella, en su escaparate, mira los cientos de vidas que bracean en este océano y... se decanta por una, ó por dos, ó por tres, ó incluso a veces por más.

La vida se va apagando, como si fuera una vela en una atmósfera llena de carbono, del que no es capaz de obtener oxígeno para respirar.

Pero antes de dejarse caer en el abandono, hay que luchar. En cualquier momento alguien puede abrir una puerta o una ventana que permita emanar aire al interior.

Son los hilos del cerebro tan complicados y misteriosos, que ni el mejor de los médicos puede asegurar su comportamiento. Y... ¿porqué no, una recuperación atípica ó una sutil mejoría?

Nos negamos a nosotros mismos, y nos cuesta asimilar en ocasiones la realidad, asiéndonos y alimentándonos de cualquier eco y de cualquier mínimo detalle por pequeño que sea.

Porque... la esperanza.... es lo último que se pierde.

3 comentarios:

El búho rojo dijo...

Intuyo que la ración de esperanza, aquí debe ser abundante...

Suerte

Perovsquita dijo...

En esas estamos.

Muchas gracias.

isterica dijo...

Es que ya si nos quitan la esperanza ¿qué nos queda? Además q los médicos no lo pueden saber todo porque es limitada la información que poseen y muchas veces nuestra mente consigue mejoras increíbles sobre el cuerpo.