31 de agosto de 2007

Sus mentiras.

Sus mentiras empezaron como el salvavidas que una vez te saca de un apuro. Con el tiempo, se convirtieron en asiduas de sus palabras. Una por aquí, otra por allá...

Parecía que de esta manera, sus relatos iban tomando color y llamaba la atención de aquellos oyentes que tiempo atrás permanecían ajenos.

Al principio, era capaz de distinguir su mentira de su realidad, pero... al final, se metió en un bucle del que era difícil salir, y en el que cada vez se iba metiendo más y más.

El problema fue que era su única víctima. Presa y policía de sus mentiras.

No distinguía su vida real, de la vida paralela que llevaba en su mente y que vivía en sus ratos de ocio. Prefería vivir esa otra vida. Esa, en la que era responsable de todas sus decisiones y nada turbaba lo que opinaba y mencionaba. Esa, en la que todo, todo, era mentira.



CITAS

Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti.
Friedrich Nietzsche (1844-1900) Filosofo alemán.

El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera.
Alexander Pope

30 de agosto de 2007

A la "pelu"

Yo, no soy de las que va mucho a la peluquería. Es más, voy lo estrictamente imprescindible, cuando ya no hay forma de peinarme, o la hay, pero lo que se esconde detrás de esos cuatro pelos termina por no gustarme. (Se entiende que lo que está detrás, soy yo).

El caso es que... ir a la peluquería... es todo un proceso. Porque normalmente uno tiende a tener una peluquería de confianza. Una peluquera que te hace siempre lo que no le pides, pero a la que no le pides rendir cuentas. (Muchas parejas desearían lo mismo para ellos).

Porque eso es otra historia: "Me quiero cortar el pelo." Y ellas te dicen: "No, es mejor que solo te cortemos las puntas, te damos un baño de color, unas mechitas, te ponemos las planchas y vas a ir mucho más moderna, que es mucho más actual".

Y... oye... la palabra clave es lo de "más actual". A nadie le gusta pensar que va anticuado ó que tiene un look desfasado.

Por supuesto, lo de cambiar de peluquería y arriesgar tu pelo bajo otras manos y otras tijeras, es algo que nos lo pensamos muy mucho. A no ser que la peluquera de siempre esté de vacaciones, ó las últimas veces nos haya hecho un estropicio en el pelo.... sino... seguimos yendo a la misma.

Y, los peluquer@s, son... como nuestros confesores. A los que le contamos lo mismo que nuestras abuelas le contaban al cura, años atrás, solo que no nos mandan barrer los cortes para enmendar nuestros pecados.

¿Dificil de creer? No lo creo. Estoy segura de que a más de una y uno le pasa lo mismo. Aunque ellos lo negarán siempre y dirán que hasta en ese punto ellos son mucho más liberales que nosotras.

Pues eso... que el viernes voy a la peluquería. A ver que me hacen...

29 de agosto de 2007

Recuerdos, ¿recuerdas?

Los recuerdos son como cajas llenas de papeles arrinconadas en algún almacen. Sabemos que están allí, dispuestas según un orden que prefijamos una vez, y que nos pareció correcto en su momento, pero que, con el paso del tiempo ha ido dando lugar a un desorden totalmente organizado, pero que no sabemos encontrar.

De vez en cuando, recurrimos a los recuerdos, tratando de no olvidar aquellos acontecimientos que una vez nos hicieron reir, llorar, ó que simplemente se trataron de situaciones que vivimos tiempo atrás.

El problema aparece cuando queremos encontrar un recuerdo determinado. Estamos seguros de que lo hemos guardado, y estamos más o menos cerca de encontrarlo, siempre y cuando hayamos trazado antes un radio de acción más o menos acercado, pero... desgraciadamente, no siempre se encuentra tan focalizado como nos gustaría. Y... el grado de focalidad depende, en buena medida, de las ganas que se tengan por recuperar dicho recuerdo, y si hay alguien que te insta a recordarlo.

Entonces, la tarea de buscar entre el montón de cajas apiladas de recuerdos, se vuelve harto dura.

¿El porque de este tema? La verdad, no lo se. Supongo que estaré dándole vueltas a algún recuerdo que no he sabido recuperar.



27 de agosto de 2007

Con lo bien que estábamos.....

las mujeres, en la Prehistoria.

Cuando la especie humana no pasaba de ser un vulgar "homo erectus", cuando cambiar de casa solo dependía de encontrar un hueco vacío en alguna cueva.

Cuando las hipotecas no existían, y en el ambiente no había mas preocupación que la de conseguir una piedra lo más afilada posible para que las presas fueran fáciles de conseguir.

Cuando... lo más parecido a "El Corte Inglés" era salir al campo directamente, e ir buscando de matorral en matorral, esperando que los frutos estuvieran ya coloreados por el sol.

Cuando las mujeres gestionaban la economía de la familia. Se encargaban de domesticar los animales que más tarde les aportarían parte de la subsistencia familiar, y eran ellas quienes aportaban el peso de la educación de sus retoños, hasta que... alcanzada una edad propicia, pudieran ayudar a sus padres en el arte de cazar.

Pero.... llegó la revolución industrial, y con ello la revolución femenina y las ideas feministas que hemos tenido que oir desde la cuna. ¿Y.. que hemos conseguido?
NADA.

Seguramente a estas alturas ya habrá algunas mujeres que desearían conocerme para clavarme sus uñas ó al menos conformarse con clavar su mirada.

Pero... sinceramente, lean con atención las siguientes frases y piensen si tengo ó no razón.

Con la tontería del feminismo, lo que se ha terminado por conseguir es crear una especie de raza de mujer a la que se le exige ser "SUPER-MUJER".

Además de seguir llevando el peso familiar, de responsabilizarse en gran parte de la educación de sus pupilos, de seguir gestionando la economía familiar, además de todo esto, tienen que ser, buenas trabajadoras, competitivas, modernas, mejores madres, amantes excepcionales, cocineras ejemplares, amigas de sus hijos, confidentes de sus parejas, competentes en su trabajo, responsables de todo cuanto hacen, ordenadas en su casa, meticulosas con su trabajo, eficientes laboralmente hablando, eficaces en el terreno hogareño.

Hay días en los que me pregunto si realmente estamos haciendolo bien, y... hoy es un día de esos. Tengo mis dudas.

24 de agosto de 2007

En busca de la felicidad.


¿Estamos seguros de lo que significa la palabra felicidad?
¿Sabemos que camino recorrer para sentirnos hombres y mujeres felices?
¿Es la felicidad igual para todas las personas?
¿Como sabemos que realmente somos ó estamos felices?
¿Es lo mismo ser que estar feliz?
¿Hay varias formas de alcanzar la felicidad ó hay un solo camino?
¿Dejamos en este camino cosas de lado que tambien nos podrían hacer felices?
¿Llegamos realmente a la felicidad, ó nos quedamos en una burda imitación?

¿Eres feliz?





Mientras encontramos respuesta a todas las preguntas.... Feliz fin de semana!

22 de agosto de 2007

De vuelta.... a la realidad.

Ya estoy de vuelta. Las vacaciones han sido la balsa que necesitaba en mi encabritado mar diario. Y... el regreso... puffff, mejor no hablar del regreso, así que os voy a contar una historia que me sucedió el otro día. No es que tenga mucha gracia, pero yo creo que puede ser una buena forma de cortar el hielo y comenzar con el hábito de plasmar mis letras en el blog.

Comienza pues, la segunda temporada... ;-)

Hace algunos días, despues de deambular entre pasillos llenos de cacharros y juguetes para niños pequeños, encontré lo que estaba buscando. Algo educativo, fácil de usar, y no demasiado caro, para unos bebés. (Mis amigos estrenan niños este verano).

El caso es que, estaba en la sección de "envuelva su regalo usted mismo", enfrascada en cortar los trocitos de celo que se resistían a pasar por los dientes del cortador.

A mi lado, había una pareja, haciendo exactamente lo mismo que yo. Tratando de envolver en papel de regalo lo mejor que podían. A su cuidado tenían un niño.
El niño debía de estar aburrido, y los que parecían ser sus progenitores no le hacían demasiado caso, con lo cual, el niño, para llamar la atención de sus mayores, comenzó con la siguiente cantinela:

Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...
Manolo...

No os puedo asegurar cuantas veces le oí al muchachito repetir el susodicho nombrecito. Pero seguro que alcanzaron las 50 veces. Bueno, no os miento si os digo que estuve a punto de decirle al tal Manolo: Manolo, coño, ¿no ves que te están llamando?

Menos mal que terminé de envolver mi regalo en ese instante. Si no... no se quien se habría llevado unas voces, si el niño, ó el tal Manolo en cuestión. Porque.. hay que ver Manolo, que duro eres de oído.

Y es que, ultimamente, a mi me parece que los niños están a falta de domesticar. O... debería decir a sus padres....